En esta página colgaré información sobre mis investigaciones en torno al furry fandom:
- Ya está dispinible PDF artículo publicado en Intersticios, Revista Sociológica de Pensamiento Crítico (pueden descargarla de la revista o leerla a continuación en esta página).
Gallardo Linares, Francisco J. (2013). Construcción de la identidad furry. Intersticios. Revista Sociológica de Pensamiento Crítico, 7 (1). http://www.intersticios.es/article/view/10524/7774 (Translated into English, PDF)
- También está disponible PDF un artículo publicado en Aposta (pueden descargarla de la revista o leerla a continuación en esta página).
Gallardo Linares, Francisco J. (2013). Identidad furry en España y sus prácticas de género. Un análisis crítico del discurso. Aposta, (57). http://www.apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/jglinares.pdf (Translated into English, PDF)
- Además, después de concluir mi tesis de doctorado publicaré datos estadísticos, en referencia a otras otras identidades.
[Disponible en PDF]
Francisco Javier Gallardo Linares
Universidad de Málaga
[Email]
Resumen:
El
ensayo realiza una breve pero exhaustiva revisión teórica de la identidad furry y algunas de sus controversias
relativas a sexualidad. Por tanto analizaremos su construcción como prácticas
de género: por un lado, la teoría queer nos permite enmarcar el problema de la
normalización y representatividad de identidades (aportamos como argumento un
listado de prácticas de género susceptibles de subversión); por otro lado,
mediante el feminismo cyborg
enmarcamos la construcción cultural de la naturaleza
humana; especialmente dentro de la práctica científica, que es trascendida
irrevocablemente a través de la dominación cibernética. Finalmente, podemos
concluir que las prácticas de género, como ideología sobre la naturaleza humana, funcionan imponiendo
límites a la autoimagen corpórea. La
identidad furry se agencia hábil frente a la nueva dominación cibernética.
Palabras
clave:
Furry, identidad, género, ciborg, queer.
Construction of the furry identity
Abstract:
The essay carries out a brief but exhaustive
theoretical revision of the furry identity and some of its controversies
related to sexuality. Therefore we are going to analyze its construction as
gender practice: on one side, the queer theory permits us to classify
the problem of the normalization and representative of identities (we
contribute as argument a list of gender practices susceptible to subversion);
on the other side, through the cyborg feminism we frame the cultural construction
of the human nature; especially within the scientific practice, which is
irrevocably transcended through the cybernetic domination. Finally, we can
conclude that the gender practices, as ideology about the human nature,
operate imposing limits to the corporeal auto image. The agency of the furry
identity is acquired with ability opposite to the new cybernetic domination.
Key words:
Furry, identity, gender, cyborg, queer.
Furry fandom es una subcultura cuyo término surgió en 1992 cuando artistas,
escritores y jugadores de rol comenzaron a generar su propia jerga,
arte y literatura, organizándose ante las posibilidades de internet (Osaki,
2008a y Patten, 2010). Hablamos de personajes animales antropomórficos,
historias o arte, en cuyo fandom se reconocen, promocionan y producen (Furry
Fandom Infocenter, 2012). Pronto se mediatizó una imagen extravagante del grupo
(Osaki, 2008a; Morgan, 2008 y Altman, 2010), por ejemplo en la revista Vanity Fair (Gurley, 2001) o la serie de
televisión “CSI: Las Vegas” (2003).
Al margen de dicho sensacionalismo pocos se atreven a definir por qué se es
furry[1]
(Osaki, 2008a), el único consenso gira en torno a un interés en animales
o criaturas antropomórficas (en parte humano y en parte animal), generalmente
en una o varias artes o en algún otro sentido (Staeger, 2001; Rust,
2002; Gerbasi, Bernstein, Conway, Scaletta, Privitera, Paolone y Higner, 2008;
Evans, 2008); encontrándose miembros muy heterogéneo (Morgan, 2008 y
Altman, 2010).
Una convención furry (o FurCon)
es un evento similar a las convenciones de ciencia
ficción o anime pero centrada en
fans de animales antropomórficos (Furry Fandom Infocenter, 2012). La más grande
es Anthrocon, en Pittsburgh, que empezó en 1997 y alcanzó los 4200 asistentes
en 2010[2].
Teóricamente existen diversos determinantes
cognitivos para la predisposición al antropomorfismo (Epley, Waytz y Cacioppo,
2007), todos ellos con un fuerte componente grupal y cultural, no exclusivo del
furry fandom.
Este ensayo hará una breve pero exhaustiva revisión
teórica de la identidad furry y algunas de sus controversias que, entendidas
como prácticas de género, permiten un análisis de su construcción: desde el
feminismo cyborg (Haraway, 1995;
Enrique y López, 2004) y la teoría queer (Córdoba, 2003; Enrique y López, 2004;
Butler, 2007; Pérez, 2008 y Marcús,
2011).
Según la performatividad
de género, existe una regulación
sexual del género y no deben presuponerse los límites de éste (Butler, 2007);
cualquier definición de género es problemática, ya que excluye otros terrenos
(Haraway, 1995). Entendemos que este ensayo debe resultar paradójico (Gonnet,
2011) para quienes reducen todo análisis a la bipolaridad hombre-mujer,
oscureciendo así la diversidad (Vanwesenbeeck, 2009), pero tampoco en
psicología ni sexología hay acuerdo sobre los conceptos género y sexo (Barberá
y Cala, 2008; Vanwesenbeeck, 2009). Quizás el furry fandom sea fructífero para
su comprensión.
Por cierto, teorizar sobre quién es el sujeto de
enunciación implica acción política, situando el resto de discursos al mismo
nivel; concretamente el papel de la ciencia (Haraway, 1995; Córdoba, 2003; Enrique y López, 2004; Butler, 2007).
Revisión teórica
Además de esbozos estadísticos del furry fandom, en
inglés (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b;
2012; Rust, 2002; Rossmassler y Wen, 2007; Evans, 2008; Gerbasi, Bernstein, Conway, Scaletta, Privitera, Paolone y
Higner, 2008 y Supuhstar, 2009; Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a; 2011b;
2011c); existe investigación cualitativa (Morgan, 2008 y Altman, 2010) y
antecedentes históricos (Morgan, 2008 y Patten, 2010); bastante coherentes
entre sí, considerando las limitaciones de cada metodología (véase la Tabla Principales investigaciones estadísticas y
cualitativas sobre furry fandom).
Para ello, se realizaron búsquedas sistemáticas en
las principales bases de datos: PsycINFO (incluido PsycARTICLES), ISOC, Teseo,
Google académico, Psicodoc y MEDLINES; durante 2011y menos exhaustivas
posteriormente.
AUTORES
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PUBLICACIÓN
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PARTICIPANTES Y METODOLOGÍA
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Rust
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2002
|
360 cuestionarios: 325 entrevistas presenciales
(convenciones
y encuentros entre 1998 y 2000) y 35
cuestionario online (con confirmación de
identidad)
|
Rossmassler
y Wen
|
2007
|
600 cuestionarios online
|
Gerbasi, B.,
C., S., P., P. y H.
|
2008
|
Metodología correlacional en Psicopatología: 217 furries,
29 no-furries y 68 estudiantes
|
Evans
|
2008
|
276 cuestionarios online
|
Morgan
|
2008
|
Metodología cualitativa en antropología: 27 fursuiters y
27
no-fursuiters entrevistados, también más de 50 informantes.
|
Supuhstar
|
2009
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Más de 600 cuestionario online
|
Altman
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2010
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Metodología cualitativa en artes: 10 entrevistas
presenciales,
2009
|
Osaki
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2008a, 2008b
|
7024 cuestionarios online (versión definitiva), 2008
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2010a
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9024 cuestionarios online, 2009
|
|
2010b
|
4895 cuestionarios online, 2010
|
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2012
|
4365 cuestionarios online, 2011
|
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Gerbasi,
Plante
|
2011a
|
4823
cuestionarios online: 4338 furries y 485 no-furries
|
Reysen
|
2011 b
|
242
cuestionarios: presencial (convención Dallas) y online,
219 furries y 23
no-furries
|
y Roberts
|
2011 c
|
2031:
877 presencial (convención Pittsburgh) y
1154 online; 1961 furries y 179
no-furries
|
Tabla:
Principales investigaciones estadísticas y cualitativas sobre furry fandom.
A rasgos generales y según estas muestras, los
furries suelen ser personas jóvenes (15-24 años el 68,4-78,7%), varones
(78,6-82,9%) y blancos (71,1-89,9%) de EEUU. Están interesados, por orden, en
el arte gráfico, comunidades online, convenciones, uso de fursuits y escribir; también en ciencia ficción y juegos de rol;
con bastante diversidad religiosa y política (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012;
Gerbasi,
Plante, Reysen y Roberts, 2011a; 2011c). Llamemos fursuit a un traje furry o disfraz, de cuerpo entero
(Furry Fandom Infocenter, 2012); se diferencia por tanto del cosplay.
El término avatar es
común en jugadores de rol y fantasía, una representación
de uno mismo en el entorno virtual; por ejemplo es posible asumir identidades
animales antropomórficas (Ursula, 2006). En este sentido, los furries suelen
tener fursonas, definidos con rasgos animales y humanos: abundan caninos (44%),
felinos (22,2%) y reptiles (8,1%); concretamente lobos (17,9%), zorros (12,9%),
gatos domésticos (8,6%), dragones (6,5%) y tigres (4,2%) (Osaki, 2008b). En
otra muestras las tasas de estos rasgos parece más variadas: el 77,3% sólo han
tenido un fursona, 12,3% dos y 6,3% tres. Curiosamente sólo el 61,9% usa un
fursona exclusivamente de su mismo género (en una escala 1-5) (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a), cuyo
diseño es una actividad importante (o no) para muchos furries (Altman, 2010),
una auto-imagen idealizada (Morgan, 2008).
Según investigación
centrada en cultura, podríamos entender la subcultura furry como un esfuerzo de
sus miembros por crear una cultura más satisfactoria (propia y general),
motivado por la exclusión social: reinventar la identidad, valores y/o
sexualidad mediante el simbolismo animal, fursuits y/o arte antropomórfico (Morgan,
2008).
No suele resultarles
importante el sexo como furry, lo es
en la mitad de los casos cuando se hace referencia a otros furries, pero
resulta desproporcionado frente a cuanto la gente les atribuye (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012). En otras muestras con menos
participación, de 276 furries nadie expresa un interés por el fandom
completamente sexual (Evans, 2008) y la
mitad de 600 furries quedan con sus amigos de internet en la vida real (Rossmassler y Wen, 2007).
A 2008 se declaran heterosexual el 32,3%, bisexual
35,1% y homosexual 22%; posteriormente desde
completamente heterosexual 20,7-23,8% a completamente homosexual 10,3-13%
(Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012). Además, pueden considerarse de distinta
orientación sexual que su propio fursona: para algunos furries su fursona es
más homosexual que ellos mismos (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a). Según interpreta Morgan (2008: 45) en su
muestra americana, la gran diversidad en orientación sexual del furry fandom no
está inicialmente ligada a cambios ideológicos de género.
Al considerarse furry es
más probable considerarse parte del fandom, si bien tanto furries como
no-furries pueden considerarse en distinto grado; así como hay otras
identidades en juego (Gerbasi, Plante,
Reysen y Roberts, 2011a; 2011c). Quizás existan importantes diferencias
estadísticas entre participantes online y presenciales en convenciones (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011b),
por ejemplo en una muestra online el 40-45% no dan a conocer públicamente
su identidad a nadie de la familia, trabajo ni escuela (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a)
Controversia de género
Existen otros aspectos
relativos al furry fandom más controvertidos, visto así por parte del propio
fandom, agentes mediáticos, teóricos y/o nuestra cultura en general. Después de
un breve pero exhaustivo resumen de alguno de éstos, posteriormente serán
relacionados con la práctica del género.
La jerga yiff
es una onomatopeya etimológicamente ligada al furry fandom, imita el sonido del
zorro durante sus relaciones sexuales (Osaki, 2008a y Morgan, 2008);
generalmente indica actividad o material sexual dentro del fandom, online o no
(Morgan, 2008 y Psychology dictionary, 2010). Concretamente, un cuestionario
pregunta por la propia implicación en el
yiff, de cuyo ítem y conclusiones (Supuhstar, 2009) podemos introducir que
el yiff puede ser visto y leído por razones artísticas y/o eróticas; en menor
medida, en chats online para participar o para observarlo; algunas personas lo
dibujan por razones artísticas y/o eróticas; finalmente, puede no gustar a
muchos furries (la mayoría con excepción de verlo en dibujos) o no haberse
implicado.
Sólo el 78% están de acuerdo o bastante de acuerdo
con “I am human” y el 4,7-6,1% no se consideran completamente humanos (Osaki, 2008a; 2010a). No se declaran ni hombre ni mujer entre 0,5-1,5% (Evans, 2008; Osaki,
2008a; 2010a; 2010b; 2012; Gerbasi, Plante,
Reysen y Roberts, 2011c). Es
una controversia porque una investigación desde un enfoque psiquiátrico
encontró, en una muestra de furries, sujetos que no se consideran 100% humanos
y preferirían convertirse en 0% humanos. Los investigadores consideran
esta creencia y preferencia en paralelismo al trastorno de identidad sexual (o
transexualidad). Si bien concluyen que,
para el conjunto más extenso, ser furry es sencillamente una vía para
socializar con intereses comunes (Gerbasi, Bernstein, Conway, Scaletta, Privitera,
Paolone y Higner, 2008). En un sondeo reciente constituían el 19,2% de furries
y un 8,6% de no-furries, mostrando éstos ciertas diferencias estadísticas con
el resto de encuestados. Por cierto, ambas cuestiones son más frecuentes en
quienes se identifican therian (theriantropo)[3],
si bien quizás mediado por la creencia mentalmente
no-humano (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a; 2011c). Véase un caso
de ejemplo, Therianthropy (2007). Algunos autores hablan incluso de disforia de especie (Lawrence,
2009; Earls y Lalum, 2009), en analogía a la disforia de género en transexuales (APA, 2005; Bergero, Asiain, Gorneman, Giraldo, Lara,
Esteva y Gómez, 2008; Lawrence, 2009).
La anomalía sólo expresa otras posibles normas de vida (Rodríguez, 2012). En
antagonismo al posicionamiento psiquiátrico, el deterioro social que
presenta la población trans (travestis, transexuales o transgéneros) bien puede
deberse a la propia sociedad, que no les acepta y dificulta su socialización
(Farfán, 2007; Bergero, Asiain y
Cano-Caballero, 2010; Drescher, 2010), incluso desde un enfoque médico
no encuentran en transexuales alteración mental, orgánica ni psicopatología
mayor que en la población general (Gómez, Peri, Andrés y de Pablo, 2001; Gómez, Esteva y Bergero, 2006; Gómez,
Trilla, Salamero, Godás y Valdés, 2009; Drescher, 2010). Es incongruente, ya que en 1973 la APA, Asociación Americana de Psiquiatría, eliminó la homosexualidad del
DSM fundamentándose que presentar malestar significativo o deterioro social
alguno no era inherente a la homosexualidad, luego no podía considerarse un
trastorno mental y, por cierto, tardó hasta 1983 en aceptarlo como una variante
más de la sexualidad normal humana (Farfán, 2007 y Drescher, 2010). Esto cuestiona
la validez de psicopatología inherente en transexuales y, por ende, de la disforia de especie.
Por otro lado, la plushophilia refiere a un interés erótico por peluches (Osaki,
2008a y Lawrence, 2009), se describen con ello entre el 6,9-9% (Osaki, 2008a;
2010a; 2010b; 2012), menos del 1% en una muestra de asistentes a convenciones
(Rust, 2002). Lawrence (2009) comenta sobre el uso de fursuits en algunas personas
con plushophilia o disforia de especie, pero sin referencia
directa a furries, sino a cada supuesto trastorno. El uso de fursuit, vestir cola u oreja y su papel en
convenciones es descrito por Morgan (2008). Por tanto, podemos concluir que
vestir un fursuit no implica tener plushophilia,
disforia de especie ni motivación
sexual (Lawrence, 2009 y Morgan, 2008).
Se consideran zoofílicos/as entre un 13,2-18,4%
(Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012), el 2% en la muestra de asistentes a
convenciones (Rust, 2002). Debe aclararse que, según la investigación, los
zoofílicos prefieren diferenciare de quienes usan a los animales como objetos
sexuales sin apego emocional (bestialismo). Suelen preferir perros o caballos y
no suelen mostrar el criterio psicopatológico del DSM-IV-TR malestar clínicamente
significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la
actividad del individuo. Parece
que, a diferencia del bestialismo, no está sujeto a áreas rurales o al nivel cultural
y resulta demasiado complejo calcularlo en la población general (APA, 2005;
Earls y Lalum, 2009 y Kafka, 2010).
Dado que la
sexualidad humana tiene un fuerte componente simbólico (Macionis y Plummer,
2007); al margen de una posible crítica a través de
la evolución socio-histórica de los trastornos psiquiátricos en general
(González y Pérez, 2007) o los de género y orientación sexual en particular
(Drescher, 2010); se evidencia una regulación social simbólica del cuerpo, mediante prácticas sociales o
normativa de género (Haraway, 1995;
Cabia y Gordo, 2002; Córdoba, 2003; Butler, 2007; Pérez, 2008; Bergero, Asiain y Cano-Caballero, 2010):
muy especialmente en la práctica psiquiátrica, como autoridad médico-jurídica
(Butler, 2007: 75 y Drescher, 2010), ya que la biomedicina es una “institución
social y un aparato ideológico-cultural y organizativo históricamente
determinado”. En la “ideología biomédica” se iguala realidad corporal con las definiciones normativas
de género, coherentemente “en nuestra cultura hay una fuerte insistencia en la
corporeización de los estereotipos de género” (Bergero, Asiain, Gorneman, Giraldo, Lara, Esteva y Gómez, 2008:
213-214).
Paralelamente (para cualquier persona, furry o no),
internet permite re-construir modos de interacción, identidades y la emergencia
de comunidades virtuales; incluido las sexualidades no normativas (Cabia
y Gordo, 2002; Pichardo, Toledo y Galofré, 2007); también permite
experimentar la seducción del intelecto
y nuevos significados y deseos en la inmaterialidad de la información, como el
cibersexo (Cabia y Gordo, 2002), explorando vías eróticas identitarias; así
como experimentar con el propio género, con diferentes representaciones o
cambiándolo, liberando al participante de la copresencia mediante prácticas
discursivas, en donde se construye la identidad (Ursua, 2006), una actividad
muy frecuente en jóvenes (Cáceres, Ruiz y Brändle, 2009). Así, probablemente la
pornografía y prácticas sexuales presentes en internet acabarán eliminando las
parafilias del DSM referidas a sexo consensuado entre adultos (Silverstein,
2009 y Drescher, 2010: 453).
El ciberespacio es un espacio social. Las
interacciones virtuales no son ficción, imitación ni falsificación (Gómez,
2003), sino una apropiación técnica de lo cotidiano, produciéndose una especie
de territorio simbólico en
intercambio de información, imágenes y valores; así como comunidades virtuales.
Entiéndase que el conocimiento, memoria e imaginación son ya de por sí
representaciones virtuales o constructos sociales, que producen efectos
(Martínez, 2004).
Por otro lado, vestir fursuit por ocio (con o sin motivación sexual), implica en cierto
modo el uso de un cuerpo, una
corporeización o materialización del fursona, generando alternativas de
interacción social.
Las identidades requieren
contextos intersubjetivos para construirse, como una expresión de la cultura (Marcús, 2011). “En los juegos del
lenguaje se manifiestan formas de vida” (Martín, 2008, p. 150). Desde un enfoque postestructuralista de los movimientos
sociales (Fernández, 2008) no investigamos la identidad furry en sí misma, así
como ser furry no es la causa del fandom; sino que en la
multiplicidad de actores sociales (el fandom) se reconstruyen nuevos
significados en la propia interacción social, rompiendo creativamente con lo
dado. No es posible concebir una subcultura como un sujeto de enunciación,
acaso una suma sintética de sujetos representados con entidad objetiva.
Normalización, performatividad y representatividad de género
Hasta aquí, la identidad furry cuenta con una
historia definitoria y una gran diversidad de intereses, preferencias y
creencias; reafirmándose mediante prácticas propias como el uso de fursonas,
fursuiting y/o convenciones; sin embargo ¿dónde está su objetividad?
La teoría queer permite un análisis de la
normalización y performatividad de la identidad, así como el problema de la
representatividad; inmerso a su vez en discurso de género (Córdoba, 2003;
Enrique y López, 2004; Butler, 2007, Fernández,
2008; Pérez, 2008 y Marcús,
2011)
Según Butler, “las estructuras jurídicas del
lenguaje y de la política crean el campo actual de poder”, se precisa una
genealogía crítica de sus propias acciones legitimadoras. La
representatividad/representación tiene, por un lado, una función normativa del
lenguaje, que dota de objetividad a
la identidad, como un ideal normativo; por otro lado, una función jurídica
(operativa en la estructura política, a modo de norma/ley), que visibiliza y
legitima como sujeto político. Sin embargo, los sujetos políticos siempre
construyen prácticas excluyentes, no visibles a partir de la estructura
jurídica. En resumen, un sujeto político que legitima y excluye, producido al
servicio de esa estructura de poder, como acaso ya-desde-siempre (Butler, 2007:
46-52). La identidad furry se mantiene con escasa normalización lingüística y
legitimación jurídica. Incluso en sexualidad, donde pornografía, prácticas
sexuales y orientación del deseo se explicitan al margen de la construcción
identitaria.
Afín al origen teórico de todo performativo
(Córdoba, 2003; Butler, 2007; Pérez, 2008 y Marcús, 2011), una repetición histórica contingente y
ritualizada (la sedimentación) genera una creencia que se incorpora a la práctica social en cuestión, constituyéndose como discurso
y provocando lo que anticipa. También se teoriza que exponerse a esta
repetición ritual torna progresivamente inteligible la subjetividad común que
incorpora. Es decir, ser furry es una creencia implícita en un conjunto de
prácticas sociales discursivas, por ejemplo incorporada
en la práctica de identificarse en espacios furries o en la práctica de crear y
usar fursonas y/o fursuits: inteligibilidad que se
adquiere con la práctica.
Resumiendo la noción de cuerpo (un performativo), las prácticas/normas de género determinan
qué es inteligiblemente humano, real y legítimo y qué no; los límites de qué
debe estar separado y qué unido. Si nos distanciamos de estas prácticas,
perdemos inteligibilidad (Butler, 2007).
Toda identidad implica un doble proceso de
negación: primero, la exclusión del otro frente a esta identidad; segundo,
ocultar las huellas de ese proceso de exclusión. En ambos casos la ficción de
un origen o esencia que siempre existió. Córdoba plantea que la segunda no es
condición necesaria para la primera, ya que una vez evidenciada la producción
de una identidad la exclusión se mantiene (Córdoba 2003). Congruente con esa
hipótesis, los furries son conscientes de su reciente construcción histórica y,
sin embargo, hablan de un nosotros.
Además, mediante la interpelación, al re-interpretarse la experiencia, también
se oculta el acto fundador.
Probablemente el discurso furry re-construye el
discurso hegemónico hacia otro proceso normativo menos rígido y más liberador,
lo cual tiene por precio perder inteligibilidad/reconocimiento desde ese
discurso hegemónico. No obstante, cada estructura jurídica produce representatividad simultáneamente al
servicio de sus intereses o fondo ideológico, tales como: distintos subgrupos
furries, los medios de comunicación o cada disciplina científica.
Por tanto, las controversias citadas anteriormente
(relacionadas con prácticas del género), ¿podrían denotar y re-producir una jerarquía de género dentro del furry
fandom?
Por un lado, quizás si ser furry denota el deseo de
pertenencia a su fandom o una forma de significar la propia experiencia,
implica necesariamente una visión estática y por ende una motivación a favor
del statu quo. Nuevos furries se
constituyen al incorporarse en el fandom, al mismo ritmo que furries anteriores
podrían preferir re-producir su fandom conocido. Por otro lado, distintos
furries (nuevos y anteriores) pueden tener distinto punto de vista sobre su
significado, de modo que podrían competir
discursivamente por la normalización lingüística. Se estructuraría con ambas
posibilidades cierta jerarquía en salvaguardia de la entidad representada (ser furry y su fandom), una normalización al
servicio de su statu quo.
Dos ejemplos. Primero, una falta de auto-aceptación
o algo de culpa persiste por fondo en algunos furries, “mediante la negación de
aspectos sexuales del Fandom, en esencia lo están condenando” (Morgan, 2008:
88). Segundo, ya ocurrió entre 1998-2001 que un grupo de furries, Burned
Furs, se posicionara
contrario a la perversión (relativo a
la controversia citada anteriormente); retomado por segunda vez en 2005; sin
éxito (Burned Furs, 1998; wikifur,
2012).
Es contradictorio
priorizar la definición del sujeto
político para desarrollar sus intereses políticos y después la acción: esta
posición esencialista obligaría a los mismos sujetos que pretende representar y
liberar (Enrique y López, 2004);
lo cual ya sucedió en el feminismo
con las mujeres (Haraway, 1995;
Butler, 2007). Un grupo no es la suma de sus partes; en congruencia, muy
especialmente dentro del furry fandom, cualquier fundamentación de la acción política basada en el supuesto
del sujeto político representado será
estéril.
Listado de posibles subversiones de la normativa de género
Como identidad de género, implicaría diseminación
de géneros posibles a partir de la parodia y reconstrucción subversivas de la
normativa de género; lo cual ocurre en cada nivel de la matriz cultural (cuerpo sexuado, género y orientación del
deseo). Permite una sujeción dentro
de la comunidad o subcultura, en donde reconocerse
con una inteligibilidad común.
Ser furry es una identidad de género en la medida
en que re-construya práctica o normativa de género, susceptible de subversión;
resumamos pues sus relaciones:
·
Repetición paródica
(repetir la práctica de género evidenciando su carácter construido, que puede o
no resultar subversivo):
-
Productos artísticos,
principalmente dibujos, de animales y criaturas antropomórficas; dotadas de
cualidades y/o personalidad humana. Parodia la racionalidad del ser humano
alejada de lo animal, así como los límites corpóreos
que definen al sujeto humano.
-
El simbolismo cultural
asociado a animales y género, tales como mujer-gato u hombre-lobo. Por ejemplo,
puede parodiarse lo felino como atributo femenino, que aleja lo femenino de la
mujer.
-
Hiperrealización del
género, amplificando los estereotipos de la vida real (Ursua, 2006).
-
Fursonas/avatares con
distinta orientación sexual y/o género al propio (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a)
·
Reconstrucción de la
norma (construir a partir del discurso hegemónico en un sentido distinto al
previo):
-
Todo género artístico tiene un sentido
creativo y reconstructivo. Concretamente, aparecen frecuentes representaciones
y/o transgresiones de género diversas.
-
Nuevos significados en y para la interacción social, por
ejemplo creación y uso de: jerga, fursona y fursuit.
-
Dibujo de personajes
animados conocidos/populares en nuevos sentidos (por ejemplo, el personaje de
videojuego Sonic teniendo relaciones sexuales) (por cierto, esta estrategia
subversiva no es exclusiva del Furry Fandom, sino se le atribuye a través de la
definición operativa del género artístico furry).
-
Transgresión de la
(auto)imagen corpórea (incluso más allá de la dicotomía en dos géneros).
-
Juegos de rol en el
ciberespacio mediante un cuerpo
construido (fursona).
·
Deconstrucción
(distanciarse de una identidad esencial, evidenciando el carácter construido
del género y el discurso que lo constituye):
-
Se reconoce y defiende
una genealogía histórica que configura esta identidad.
-
Escasa normalización
lingüística del sujeto furry,
probablemente relacionada con su escasa función política.
-
Rechazo a considerarse exclusivamente humano, en algunos
furries.
-
Mayor aceptación o
tolerancia hacia sexualidades no normativas, tales como fetiches.
-
Una sorprendente
diversidad en cuanto a orientación sexual (Morgan, 2008)
-
Pornografía, prácticas
sexuales y orientaciones del deseo sin referencia a ninguna identidad esencial.
Hablamos pues de diversidad afectivo sexual sin sujeto (lingüístico ni
político).
-
Humor e ironía
(Rodríguez, 2012).
Feminismo cyborg
Las feministas blancas vieron el feminismo negro
como un problema y contradicción, no como una solución en sí mismo. Hoy
entendemos que el feminismo debe subvertir ideología sobre la naturaleza humana, que implica una forma de control social
mediante la dominación, generando desigualdad o jerarquía; tales como de raza,
etnia, colonialismo, región, nacionalidad, edad, generación, sexo, sexualidad,
género, educación, clase social, laborales y de acceso a lectura y formación.
Las ciencias naturales han pasado de
estudiar organismos en términos funcionales (la persona orgánica y su
adaptabilidad) a estudiarlos como sistemas cibernéticos. El análisis del género
puede entenderse como una construcción cultural de la naturaleza humana, a partir de la cual se re-produce la dominación
o diferencias jerárquicas. La naturaleza
de la persona orgánica, como una ciencia
biológica comparativa (acaso diseñada estadísticamente para afrontar la
variabilidad), que pasó de la gestión a la represión de problemas sociales. Naturaleza como una dominación basada en
la normalización y medicalización, legitimado el statu quo psicobiológicamente. Sin embargo, con la cibernética se
abre paso a una nueva forma de dominación mediante la creación de redes, diseñando nuevas comunicaciones
y gestionando el estrés; una ingeniería social basada en la dominación y
optimización al servicio del mercado y estructura capitalista; entiéndase que
esta visión cibernética subvierte la argumentación sobre qué es natural y lo
trasciende irrevocablemente. Por ejemplo, dentro de la investigación sobre
sexualidad, se pasó de “estudiar la variabilidad humana con vistas a utilizarla
en una política de gestión social”; según capacidad orgánica, variación y
salud; a un posterior estudio centrado en la genética y ecología demográficos o
de poblaciones, en relación con la tecnología de las comunicaciones e información.
Debemos insistir en género como un verbo (no un sustantivo), hacer y deshacer cuerpos en un mundo contestable (Haraway,
1995: 81).
El cyborg
es una metáfora o alegoría de cómo nos hemos convertido en criaturas cibernéticas;
un producto de alta tecnología en donde difícilmente puede diferenciarse
organismo humano, animal o máquina; un objeto teorizado y fabricado en la
textualidad de flujos de información. Si bien, al mismo tiempo esta ontología
cibernética del cyborg es la esperanza
feminista de nueva acción política, frente a esta emergente forma de control
social; sin naturaleza o unidad original, sin narrativa edípica ni relativa a
la bisexualidad; en donde se torna imprescindible una reconstrucción de esta
ciencia ideologizada hacia una ciencia
feminista o igualitaria (Haraway, 1995).
Recuérdese que el concepto género y las tecnologías de la identidad
de género son una reformulación política, cuyo establecimiento inicial en
1958 pretendía el estudio de intersexuales y transexuales en medicina. La
noción fue fructíferamente adoptada por el feminismo, inicialmente Gayle Rubin
definía el sistema sexo/género en
1975 como el
sistema de relaciones sociales que transforma la sexualidad biológica en productos
de actividad humana. Sin embargo el término
está perdiendo gradualmente su sentido original, ya que suele ser identificado
con los dos sexos. De hecho, Butler insiste en la ficción de coherencia
heterosexual y la antagonía entre hombres y mujeres como un discurso intrínseco
a la identidad de género. Es una
ficción reguladora innecesaria e inhibitoria para una labor feminista
responsable (Haraway, 1995; Butler 2007; Vanwesenbeeck, 2009).
Por tanto, la identidad furry desestabiliza o
subvierte la identidad de género
(entendida como una justificación ideológica de la naturaleza humana), que actualmente está siendo desplazada hacia
una concepción cibernética en re-producción de la dominación. Cuando la persona orgánica (con su normalización y
medicalización) está perdiendo protagonismo en la re-producción de la
dominación, la identidad furry se agencia hábil en cuanto a su constitución
cibernética: construida en la ambigüedad del organismo humano, animal y
máquina.
Resulta al menos irónico que la disforia de especie surja como
hipotética entidad psiquiátrica en paralelismo a la disforia de género, como si acaso la naturaleza humana sólo reconociese considerarse hombre o mujer, en
supuesta coherencia con el sexo biológico. Además, dado que “las prácticas
sexuales no normativas cuestionan la estabilidad del género como categoría de
análisis” (Butler, 2007, pág. 12), también son irónicas las diversas
orientaciones del deseo cuya presencia subvierte la estabilidad, no de dos
géneros, sino de la naturaleza humana
en cuestión. Parece que las controversias de la identidad furry coinciden con
la transgresión cibernética de la naturaleza
humana.
¿Cómo mejorar la práctica científica? Debemos
aceptar que toda descripción está producida
y en el acto de nombrar está el poder de objetivizar
y totalizar. Una mala ciencia observa
pero domina con ello, otorgándose la constitución de significados y cuerpo, no
para trascenderlos sino para una comunicación que le otorga poder. Debemos
entender la objetividad como un conocimiento
situado, encarnado y responsable; reflexivo y rico en puntos de vista;
especialmente desde la posición de aquellos sujetos subyugados, no por su identidad sino como una clave visual capaz de
acceder a versiones más adecuadas, sustentadas y por tanto objetivas.
Produciríamos así un conocimiento racional, entendido como un proceso de
interpretación crítica entre campos de intérpretes y codificadores, no mediante
una lógica de descubrimiento, sino de
conversación cargada de poder, que
reconoce al objeto de conocimiento como actor o agente. Dado que la ciencia es
un texto discutible y un campo de poder, su debate implica una lucha por el
lenguaje con valor de conocimiento público: el acceso racional a una ciencia
imparcial es una ilusión. Por tanto, la crisis de la identidad política puede
resolverse sin una lógica de apropiación o incorporación, sino sustituirla por
afinidad mediante una coalición. De hecho, las luchas teóricas o prácticas por
unidad a través de la incorporación o dominación acaban justificando las malas
prácticas políticas y científicas mencionadas (Haraway, 1995).
Consecuentemente,
muy especialmente en referencia al
género cyborg, la acción política no
puede ser fundamentada en el supuesto de sujeto universal humano (Enrique
y López, 2004: 3). La identidad furry sólo podrá organizarse
políticamente en coalición, dado su carácter cibernético.
Conclusión
La transgresión de la naturaleza humana desde la metáfora cyborg permite analizar prácticas de género en el furry fandom e
identidad furry, que se agencia hábil frente a la nueva dominación cibernética.
Ser hombre o mujer son significados culturales
encarnados en formas de vida. Comprender la construcción de una identidad
refiere a su re-producción, como normalización o prácticas en donde ésta
encarna su significado.
Hablar de diversidad en orientación sexual
presupone dos identidades de género
como únicas expresiones de la naturaleza
humana, sin embargo reafirmarse en masculinidad o feminidad debe resultar
aún más paródico en un contexto cibernético, sin cuerpo biológico que los
encarne.
En suma, la biopolítica basada en la identidad de género, como naturaleza humana, funciona produciendo
límites a la (auto)imagen corpórea;
reducida ésta a su coherencia con dos posibles interpretaciones del cuerpo
biológico sexuado. Un fursona o avatar no es un cuerpo virtual ajeno al mundo
real, sino que nuestra interpretación cultural del cuerpo biológico también
está mediada por dos géneros, otra fantasía intersubjetiva o virtual.
¿Qué significan
las estadísticas revisadas y los parámetros de sus controversias? La representatividad estadística es una
estructura jurídica normalizadora, un modelo matemático que no explica nada por
sí solo, sino que proporciona parámetros que deben ser lo explicado. Sin
embargo, la estructura jurídica de una investigación (incluido un sondeo) puede
reconocer a los participantes como una multiplicidad de actores sociales contextualizados:
los parámetros estadísticos pueden facilitar una coalición de afinidades, por
ejemplo mediante el reconocimiento de la varianza o diversidad.
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[1] Adoptado del inglés fur (pelo, pelaje) y furry (peludo, afelpado) (Diccionario Oxford, 2012).
[2] http://www.anthrocon.org/. Para más información de distintas
convenciones, pueden consultarse wikifur (2012): ordenadas cronológicamente (http://en.wikifur.com/wiki/Convention), localizadas sobre un mapa
[3] Etimológicamente, tiene raíz griega en therion (animal salvaje o
bestia) y anthrōpos (hombre), por lo que en inglés
hablamos de therianthropic
(Diccionario Oxford, 2012 y Wikifur, 2012), therianthropy
y therianthrope; usualmente acortado
a therian para referirse a cierta
subcultura espiritual. En
español cabría esperar teriantropía e identidad terian, sin embargo el uso therian es más frecuente, por lo que
hemos decidido adoptarlo.
IDENTIDAD FURRY EN ESPAÑA Y SUS PRÁCTICAS DE GÉNERO. UN
ANÁLISIS CRÍTICO DEL DISCURSO
FURRY IDENTITY PRACTICES IN SPAIN AND
GENDER.
A CRITICAL DISCOURSE ANALYSIS
Francisco Javier Gallardo Linares
Universidad de Málaga
Resumen
El Furry Fandom es una subcultura en torno al interés por
animales o criaturas antropomórficas, pero apenas ha sido investigada su
población hispanohablante, a pesar de la instigación de los medios de
comunicación españoles reproduciendo estereotipos de los medios americanos. El
artículo aborda cómo se construye la identidad furry en España y sus relaciones
con la práctica del género (regulada sexualmente); así como el uso de jerga. El
método consta de observación participante en foros y en entrevistas para análisis de casos; lo cual permitió un análisis de
contenidos diversos, repertorios
interpretativos y un análisis crítico
del discurso. Como conclusión, el furry fandom enmarca cuestiones
feministas a partir de la metáfora del cyborg,
tales como qué papel debe tener la ciencia, ideología sobre la naturaleza humana y la necesidad de coalición de identidades.
Palabras clave
Furry,
identidad, género, queer, ciborg.
Abstract
The Furry Fandom is a subculture
developed around the interest for animals or anthropomorphic creatures, but its
Spanish-speaking population has been hardly investigated, despite the
instigation of the Spanish media reproducing stereotypes of the American media.
The article tackles how the furry identity is constructed in Spain and its
relationships with the gender practice (sexually regulated); as well as the use
of jargon. The method consists of participating observation in forums and
interviews for case analysis; this permitted the analysis of diverse contents,
interpretative repertoires and a critical discourse analysis. In conclusion,
the furry fandom frames feminist matters starting from the cyborg metaphor,
such as the role that the science should have, ideology about the human nature
and the necessity of the coalition of identities.
Keywords
Furry, identity, gender, queer, cyborg.
1. INTRODUCCIÓN
Furry fandom
es una subcultura a partir de artistas, escritores y jugadores de rol que en
1992 empezaron a generar su propia jerga, arte y literatura (Osaki, 2008a;
Patten, 2010). El único consenso sobre la identidad furry gira en torno a un interés en animales o criaturas
antropomórficas (en parte humano y en parte animal), en una o varias artes o en
algún sentido (Staeger, 2001; Rust, 2002; Gerbasi, Bernstein, Conway,
Scaletta, Privitera, Paolone y Higner, 2008; Evans, 2008), con miembros muy
heterogéneos (Morgan, 2008 y Altman, 2010).
Podemos trazar un
esbozo de quienes se identifican furry: suelen ser jóvenes, varones y blancos
de EEUU, interesados en el arte gráfico, comunidades online, convenciones, uso
de fursuits y escribir; también en la
ciencia ficción y los juegos de rol; con bastante diversidad religiosa y
política. Suelen usar uno o varios avatares (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012; Gerbasi,
Plante, Reysen y Roberts, 2011a; 2011c), definido con rasgos
animales y humanos, que llaman fursona;
abundan caninos, felinos y reptiles (Osaki, 2008b); una auto-imagen idealizada
(Morgan, 2008). Un fursuit es un traje
furry o disfraz, de cuerpo entero (Furry Fandom Infocenter, 2012), su uso
en convenciones furries es descrito
por Morgan (2008).
No suelen
considerar el sexo algo importante como
furry, sí en la mitad de casos refiriéndose a otros furries, pero
desproporcionado con cuanto la gente les atribuye. Abundan diversas
orientaciones sexuales (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012) y el propio
fursona/avatar puede ser considerado, en distinto grado, con otra orientación
sexual o género que el propio (Gerbasi, Plante, Reysen y Roberts, 2011a). La jerga yiff refiere a pornografía furry o
actividad sexual dentro del fandom (Osaki, 2008a y Morgan, 2008). Otros datos estadísticos controvertidos
refieren a un escaso porcentaje que se identifican con plushophilia (interés
erótico por peluches) o zoofilia (Osaki, 2008a; 2010a; 2010b; 2012), si bien
las muestras online y las presenciales en convenciones pueden mostrar importantes diferencias estadísticas (Gerbasi, Plante,
Reysen y Roberts, 2011b), quizás hablemos de menos del 1% con
plushophilia y menos 2% zoofilia en asistentes a convenciones (Rust, 2002).
Asimismo, unos
pocos furries no se consideran 100%
humano y prefieren convertirse en 0% humano, cuya investigación lo
consideran en paralelismo con la transexualidad (Gerbasi, Bernstein, Conway, Scaletta, Privitera, Paolone y Higner, 2008).
Por ejemplo el 19,2% de un sondeo, quizás mediado por la creencia mentalmente
no-humano (Gerbasi, Plante,
Reysen y Roberts, 2011a; 2011c). Algunos autores hablan de disforia de especie en analogía a la disforia de género en transexuales
(Lawrence, 2009; Earls y Lalum, 2009). También podemos llamarlo
teriantropía/theriantropía (consúltese el siguiente caso: Therianthropy,
2007). En suma, vestir un fursuit no implica tener plushophilia, theriantropía ni motivación sexual (Lawrence, 2009 y
Morgan, 2008); sino una materialización del fursona generando alternativas de
interacción social. Aclaremos que la estadística no implica necesariamente un
criterio normativo definitorio, también puede ser útil en el reconocimiento de
la varianza o diversidad, así como la multiplicidad de actores sociales que
componen el furry fandom (Gallardo, 2013).
Internet es un
espacio virtual de interacción social (Gómez, 2003) e intersubjetividad,
requisitos para construir identidades (Marcús, 2011). Si bien, desde otro punto
de vista el conocimiento, memoria e imaginación son ya representaciones
virtuales y sociales, con efectos (Martínez, 2004). En internet se re-construyen modos de interacción, identidades y
comunidades virtuales (Cabia y Gordo,
2002; Pichardo, Toledo y Galofré, 2007); así como seducción del intelecto, cibersexo (Cabia y Gordo, 2002) y la exploración de vías eróticas identitarias; en experimentación con el propio género
(Ursua, 2006). Una actividad frecuente en jóvenes (Cáceres, Ruiz y Brändle,
2009).
En EEUU pronto se
mediatizó una imagen extravagante del grupo (Osaki, 2008a; Morgan, 2008 y
Altman, 2010), por ejemplo en la revista Vanity
Fair (Gurley, 2001) o la serie de televisión “CSI: Las Vegas” (2003). Todo lo mencionado reúne ingredientes para
el sensacionalismo y morbo mediático, que en España reproduce el acontecido en
Estados Unidos: “CSI: Las Vegas” en
2005; artículos de prensa estatal, por ejemplo uno en 20 Minutos (Mañana, 2005) y
dos en El País (Wiener, 2008a;
2008b); así como televisión, “La Sexta:
Noticias” (2009).
Argumentamos que
este fenómeno puede enmarcarse desde la práctica
de género: normalización y representatividad en la multiplicidad de actores
sociales, permormatividad (Enrique y López, 2004; Butler, 2007, Fernández, 2008; Pérez, 2008 y Marcús, 2011), biopolítica mediante la identidad
de género (Butler 2007) y la construcción de una naturaleza humana
en actual transgresión por la dominación mediante la cibernética (la metáfora
del cyborg) (Haraway, 1995). Considerando que ser hombre o ser mujer es un despliegue de
apariencias y representaciones, dos estatus
sexuales naturalizados (Garfinkel, 2006); hoy en día acontece la imposición de dos únicas autoimágenes
reconocidas (sentirse hombre o mujer), en ideológica coherencia con el cuerpo
biológico, identidad sentida y orientación sexual (Gallardo, 2013). Además,
especialmente en referencia al cyborg, se plantea la imposibilidad de
acción política basada en el supuesto de sujeto universal humano, sino
la necesaria organización por coalición de identidades (Enrique y López,
2004).
Pensamos que es
necesario investigar el desarrollo del furry fandom en Europa (Morgan, 2008) y
en otras lenguas. Reconocemos una tremenda
diversidad en el furry fandom y su producción artística; sin embargo nuestro
interés está en aclarar el papel de la práctica de género y de lo sexuado en su
regulación. Los objetivos son:
i)
Comprender cómo se construye la identidad furry, en
España con atención al resto de población que hable español.
ii)
Comprender su jerga, que como alternativa lingüística
al discurso hegemónico podría articular construcciones alternativas de género.
Finalmente,
emergió necesario un análisis crítico del
discurso, para comprender y oponerse a las relaciones de poder en la producción del discurso (es decir,
en el uso del lenguaje) (Wetherell y
Potter, 1998; Van Dijk, 2002; 2003; Morano y Sanchez, 2004; Pulido, Montalbán, Palomo
y Luque, 2008 y Espinosa, 2010).
2.
MARCO METODOLÓGICO
El paradigma
cualitativo en ciencias sociales no busca la generalización, sino que es
idiográfico y estudia situaciones concretas en profundidad. Comprender significa relacionar los
datos actuales de una situación, su configuración y evolución. Es un proceso
sistemático y riguroso de indagación dirigida, tomando decisiones en tanto se
está en el campo objeto de estudio; especialmente adecuado para la descripción
y estudio de unidades organizacionales y comunidades (Pérez, 2008b).
Discurso es el
uso de la lengua por usuarios y en situaciones concretas: 1) refiere a
estructuras sociales (ya que son condición para su uso), 2) “construye,
constituye, cambia, define y contribuye a las estructuras sociales” y, 3)
finalmente, las estructuras del discurso
hablan sobre, denotan o representan partes de la sociedad. Así, la interacción
social no sólo expresa, también construye y confirma; reproduciendo cogniciones
sociales como conocimientos, ideologías, normas y valores que, en miembros de
grupos, regulan y controlan las interacciones (Van Dijk, 2002: 29). El discurso
construye nuestra realidad, ya que 1) se fabrica a partir de recursos
lingüísticos preexistentes, 2) se usan unos recursos lingüísticos en lugar de
otros también disponibles y además 3) está orientado hacia la acción con
consecuencias prácticas (Wetherell y Potter, 1998).
A nivel
grupo-social podemos buscar regularidades, ciertas inconsistencias internamente
coherentes, llamadas repertorios
interpretativos. Se propone un método, 1) codificar y cribar los datos de
un grupo según el tema de interés, 2) buscar patrones u organizaciones
recurrentes en la argumentación (de modo que las inconsistencias resaltan) y 3)
a cada patrón lo llamamos repertorio
interpretativo, que cada participante combina de forma distinta. Este
método es inviable desde la metodología de cuestionario (en donde los
porcentajes tienen una compleja interpretación); es laborioso y no pretende
encontrar leyes empíricas o procesos psicológicos universales, más bien se
despliega en el contexto natural y analiza el lenguaje como parte constitutiva
de la situación (Wetherell y Potter, 1998). En el análisis crítico del discurso nos centramos en el abuso o
dominación de poder a través del discurso, posicionándose en contra, a favor
del desarrollo multidisciplinar (Van Dijk, 2002; 2003).
Se entienden las
autonarraciones como formas sociales de dar cuenta de sí o como un discurso
público, en un acontecer histórico (Duero, 2006; Estrada, Acua, Camino y
Traverso-Yepes, 2007). Participando en las conductas de una comunidad, éstas se
tornan inteligibles (Mandujano, 2007). Por ejemplo, en espacios virtuales como
los foros: sus propios contenidos van (re)construyendo las identidades de los
participantes (Pulido, Montalbán, Palomo y Luque, 2008); en donde los sujetos
interiorizan un repertorio de normas, valores y percepciones de la realidad
(Espinosa, 2010) y logran la conciencia de sí a través de los otros (Martínez,
2004); un verdadero taller de identidad (Ursua, 2006).
Imagen tomada de: http://www.furryfandom.info/
La comprensión común, creencias sobre la
vida en sociedad desde dentro de esa
sociedad, no puede ser plenamente formulada mediante prescripciones, dado que
siempre encontraríamos excepciones según el contexto. Una opción para su
estudio es el método documental de
interpretación, que consiste en la elaboración recíproca entre la
apariencia y un patrón de base presupuesto. Este método es especialmente
frecuente en estudios lingüísticos o sobre acciones
motivadas, de modo que el investigador de campo debe interpretar las
apariencias retrospectivamente: sólo en el curso de manipular una situación (y
por ello), el estado futuro del asunto se clarifica; especialmente cuando el
desconocimiento sobre ese tema impide valorar posibles cursos de acción. Por
ejemplo, documentar el patrón subyacente de un carácter motivado requiere usar lo
observado hasta el momento (Garfinkel, 2006).
Entiéndase que no
se investiga para explicar a los participantes sus propios relatos de qué
hacen, ya que pueden considerarlo carente de interés, el hacer reflexivas sus propias actividades prácticas
observables (Garfinkel, 2006). Además, la observación de paradojas permite diversas
estrategias metodológicas: dado que observamos mediante distinciones, una
paradoja evidencia estructuras latentes no visibles desde la distinción,
presupuesta en la observación. Para hacerla explicable, o bien podemos
incorporar más estructuras o procesos sociales a la distinción, o bien hacerla
reflexiva (Gonnet, 2011).
3. MÉTODO
3.
1. Participantes
Se han utilizado
datos de cinco foros distintos, cuatro de ellos con observación participante:
dos españoles, uno mexicano y otro de habla hispana (uno de los españoles ha
sido especialmente activo en participación). Se seleccionaron comentarios y
pidió permiso a 58 furries: de donde 32 se constituyen como participantes, 22
no respondieron, 3 se negaron y 1 es menor.
Paralelamente,
hubo 11 participantes válidos para las entrevistas por Messenger: 8 españoles y
3 mexicanos; 10 chicos y 1 chica; 7 miembros del foro con mayor participación y
4 de otros tres foros distintos. A su vez, 7 han sido participantes de
comentarios en foros y la mayoría son estudiantes. Algunos se han puesto en
contacto con el investigador, quien pedía colaboración en los foros; otros han
sido requeridos por su predisposición expresada en los foros o por alguna
cualidad que resultó relevante.
Finalmente, hubo
escasa participación en la revisión de conclusiones: 8 participantes, tan sólo
dos sin participación previa.
En total, 38
participantes para los datos brutos: 32 en foros, 11 en entrevistas y 8 en la
tercera fase de revisión. De los 6 sin participación en foro, 4 ocurrió en
entrevistas y 2 en la revisión. Se añaden colaboradores o informantes; para
documentación, orientación y/o sugerencias; que refiere al procedimiento.
3.
2. Materiales
Conexión a
Internet para Google, webs, email, Messenger, prensa y audiovisuales; para
diversos análisis mediante procesador de texto. Todos los datos brutos están
sistemáticamente registrados mediante características o aplicaciones de
software.
3.
3. Procedimiento
A lo largo de la
investigación se han realizado búsquedas en las principales bases de datos:
PsycINFO (incluido PsycARTICLES), ISOC, Teseo, Google académico, Psicodoc y
MEDLINES.
Se ha utilizado
el clásico modelo general de toma de
decisiones (por ej., Gil y Alcover, 2004) para definir tres fases de
investigación, cuyos objetivos y métodos concretos se definen a partir de los
generales, expresados anteriormente.
Primero,
resultaba prioritario acceder a
documentos con alta validez ecológica (uso real en la subcultura). Google
permitió búsquedas a partir de cuyas primeras webs se encontraron links, foros
y colaboradores. Para ello, se creó un hilo en 4 foros, identificándose como
investigador y solicitando cualquier fuente válida/fiable sobre la identidad
furry y sexualidad, tales como artículos o documentos de consenso en la
comunidad. Las primeras interacciones buscaban además orientarse dentro de la
subcultura. Gracias a ello se accedido a webs, bibliografía y participantes; un
fructífero primer contacto con el grupo. Debe aclararse que esta primera fase
implica el inicio de observación
participante, congruente con el método
documental de interpretación.
En la segunda
fase, comprobada la escasa documentación del rigor necesario, se concluyó la
necesidad de remitirse a la experiencia
directa de furries, así como comprender la jerga y dinámica usual. Ahora
era prioritario acceder a la experiencia de personas concretas de forma válida,
con la que cumplir los objetivos. Se inició un estudio de campo, mediante
observación participante en foros y en entrevistas semiestructuradas por
Messenger (Pérez, 2007; 2008b). Encontrándose conflictos internos y hacia el
investigador, se destacó la opción de negarse a participar (Colegio Oficial de
Psicólogos, 1987) mediante un estilo de comunicación asertiva (Castanyer,
1996). Las entrevistas se organizaron como método de estudio de casos (Pérez,
2007; 2008b), enfatizando un estilo de interacción reflexiva con aceptación
rogeriana (Rogers, 1986; Miller y Rollnick, 2003). Para comprender la
sexualidad de cada participante se utilizaron cuatro componentes (atracción
física, vínculo emocional, fantasías sexuales y conducta sexual); hacia hombres
y hacia mujeres por separado, ya que puede resultar más fiable que la dimensión
orientación sexual (Fernández, Quiroga y Rodrígez, 2006). Los ejes de las
entrevistas fueron: presentarse; la comunidad y su entrada en ella; ser furry y
su relación con la propia experiencia y fursona; sexualidad, propia y en
referencia a furries; agradecimiento y mantener el contacto para futuras
cuestiones/aclaraciones. Siempre se cuidó conocer de qué foro era miembro el
participante.
Se incluyó como
método el análisis de contenidos
(Fernández, 2007) y contrastar información: foros, entrevistas, emails,
mensajes privados, webs y documentos como artículos de prensa y material
audiovisual. Se indagó sobre jerga, hipótesis e impresiones.
La metodología de
cuestionario no era factible, por lo que progresivamente se asumió el paradigma
cualitativo, en consideración a la naturaleza de los datos. Por tanto, los
datos brutos fueron codificados y cribados para buscar regularidades;
inconsistencias internamente coherentes (o repertorios
interpretativos, Wetherell y Potter, 1998). Después, emergió necesario el análisis crítico del discurso (Van Dijk,
2002; 2003).
Tercera y última
fase, concluido el análisis e interpretación de datos, se estableció como
objetivo integrar la valoración de los
participantes sobre las conclusiones para aumentar su validez. Para ello,
se pidió orientación a algunos furries, se establecieron diversas vías de
comunicación para las revisiones, se publicó un link resumiendo las
conclusiones y se dio a conocer entre foros y los participantes. Participaron 8
furries: sus valoraciones fueron muy positivas, apreciando la neutralidad del
documento y la acertada distinción entre furry y yiff. El estudio de campo duró
cinco meses y medio, prácticamente terminado a mitad de marzo del 2011.
4.
RESULTADOS
No se pretende
aquí la representatividad estadística del furry fandom, tampoco se sugiere que
ser furry sea intrínsecamente más sexual que cualquier otra identidad. Refiere
a la elaboración social del significado, intersubjetividad, discurso y la
identificación construida en los participantes.
4.
1. Análisis de contenidos
Dentro de la
jerga habitual, destacan los siguientes términos:
•
Furry: 1) Producto artístico con animales o
criaturas antropomórficas. 2) Subcultura o comunidades relativas a estos
productos artísticos (el fandom). 3) Identificación relativa a esta subcultura.
En español es frecuente la especificación de género furro y furra, incluso nosotros los furros. También fur en lugar de furry, especialmente en el discurso mexicano. En ambos casos cada
término puede empezar en mayúsculas o en minúsculas. Todas estas frecuentes
dentro de una misma conversación.
•
Fursona: cada avatar en el furry fandom y/o
personaje artístico. Generalmente una criatura antropomórfica, cuya
construcción y uso son muy variados y personales.
•
Yiff: pornografía relativa al género artístico
furry, generalmente dibujos; también puede referirse a juegos de rol sexuales
en internet o sencillamente como sinónimo de sexo.
•
El fursuit
es un traje de un fursona, usado
especialmente para ocio o convenciones (rechazan llamarlo disfraz). Pocos furries han manifestado deseos de utilizarlo con
fines sexuales, en tal caso: 1) los medios lo han exagerado irresponsablemente
(luego lo comentaremos); 2) la temperatura corporal hace preferible un fursuit
de alta calidad; 3) no formaría parte de la jerga yiff, salvo por su sinonimia
con sexo; 4) no implicaría necesariamente intenciones sexuales reales, por ejemplo puede ocurrir
únicamente por ánimo lúdico, como un juego.
4.
2. Análisis de contenidos: el punto de vista de los medios de comunicación
Mediante un análisis de contenidos del capítulo de
la serie “CSI: Las Vegas” (2005),
tres artículos de prensa estatal (Mañana, 2005 y Wiener, 2008a; 2008b) y un
video emitido en “La Sexta: Noticias”
(2009), podemos reconocer regularidades comunes en la imagen que vierten sobre
el furry fandom:
Una comunidad
sexual dedicada principalmente al cibersexo y encuentros sexuales, en torno a
fursuits y una parafilia por el pelaje sintético. Para ello crean un avatar
animal que se impone a su previa identidad humana, con el cual tener
experiencias sexuales. Se instaura un ellos
los furries en oposición al nosotros
normales.
4.
3. Análisis del discurso: repertorios interpretativos
A continuación se
enumeran posibles componentes subjetivos
de la propia identidad furry, ninguno
suficiente ni necesario; sino un discurso compartido por algunos miembros
pero a debate (de modo que cada uno de ellos podría ser un repertorio
interpretativo susceptible de estudio): autoasignado, subjetivo/personal,
identificación, tener fursona, gusto por consumir y/o producir el género
artístico (principalmente dibujo y en menor medida narraciones, si bien
cualquier forma artística potencialmente), interaccionar con otros furries, la
comunidad, el fandom, mente abierta, tolerancia, respeto, libertad,
imaginación, espiritualidad, sensibilidad por los animales, interés y/o
identificación por animales y/o seres antropomórficos, interés especial por
dibujos animados, una forma de enlazarse con el lado animal, fursuit (por ocio
o sexualidad), simbolismo de seres mitológicos específicos (como los hombres
lobo), gusto por juegos de rol con seres antropomórficos (sexuales o no),
consumir y/o producir yiff (ya sea como pornografía o como estilo artístico),
sexo, libertad sexual, sueños eróticos con seres antropomórficos, percepción de
erotismo hacia dibujos antropomórficos (algo así a fetiche por seres
antropomórficos en algún sentido), percepción de definir lo que ya se era sin
saberlo, percepción de definir un gusto hacia algún dibujo/mito/antropomórfico
que ya se tenía, percepción de continuidad en torno a la creación de fursona a
través del fandom, percepción de cierto punto de vista sobre la vida
(especialmente a través del arte antropomófico; ya sea cómico, afectivo y/o
sexual), sensación de pertenencia o afinidad con otros furries, cierto
compromiso por alguna “causa furry” o el fandom, una forma de “juntar distintos
intereses“ y/o una parte de tu “vida/ocio/gusto/mente”. “El furry es un fandom
en el que cada uno puede estar por el motivo que quiera”.
Entiéndanse, por
tanto, como posibles atributos en función de la experiencia y reconstrucción
individual, un eje organizativo de distintos repertorios interpretativos. En
resumen, se percibe como algo abstracto pero con entidad propia. Acorde a los
objetivos expuestos, nos centraremos en los siguientes repertorios
interpretativos: fursona, sexualidad en el fandom y esta investigación.
•
Fursona. Un furry puede tener uno, varios
o ningún fursona; generalmente suelen ir alterándose con el tiempo conforme se
consolida alguno y requieren un proceso muy personal que puede (o no) alcanzar
años. Pueden representar animales, criaturas antropomórficas, seres
mitológicos, personajes de videojuego o dibujos animados populares. El fursona
puede ser vivenciado y usado de distintas maneras, no excluyentes entre sí: un
nick, una autodefinición muy personal, una identificación, con humor/diversión,
juegos de rol, una caricatura de la realidad, en un sentido espiritual,
fursuiting y/o actividades de carácter sexual.
•
Sexualidad en Furry Fandom. Furry no es
sexo, sino interés por el arte antropomórfico y los animales, así como el
conjunto de sus seguidores; en este sentido, yiff sería sencillamente parte del
arte furry o sinónimo de sexo en la jerga. Sin embargo, el arte/porno yiff es
un tipo de arte furry y los seguidores del yiff son necesariamente seguidores
del arte furry. De ahí se enmarca en España cierto laberinto semántico: por un
lado, parte del discurso del fandom español no desea explícito que en personas
concretas sí existe relación entre el desarrollo de su identidad furry y su
sexualidad (quizás con la desconfianza de que pueda ser generalizado a la esencia furry, afín al sensacionalismo
mediático); por otro lado, aparecen en entrevistas o publicado en foros
enunciados como “la sexualidad está muy
relacionada con el furry”. Por tanto, sí hay furries concretos para cuya
experiencia su sexualidad sí guarda relación con ser furry, con independencia
de su representatividad estadística; así como furries concretos en los que no.
Yiff puede referir a distintos significados según cada interpretación
personal (o más bien al uso del que afirme haber sido testigo, de ahí su
naturaleza construida): añadido a lo ya definido como jerga, existe pornografía/arte del género furry (según
el grado de antropomorfa, siendo feral
lo más animal) “al igual que existe el hentai dentro del manga”. Suele
comentarse la gran cantidad de fetiches
que pueden desarrollarse dentro del yiff; además algunos furries hacen mención
al yiff como un fetiche, dándole en
estos casos entidad como orientación del deseo. De hecho, además de pornografía
en su sentido más explícito suele incluir muy diverso contenido afectivo o
erótico en torno a relaciones, contextos y simbolismo.
Explican diversas hipótesis sobre la amplia diversidad afectivo sexual en
el fandom, si bien parece tejerse cierto consenso en un punto intermedio entre
el esencialismo y el construccionismo de la sexualidad: por un lado, los
fetiches que existen en el fandom también existen fuera, luego más bien algunos
furries se hacen más abiertos de mente a través del fandom. Por otro lado, las
personas tienen una orientación sexual previa que descubren a través del
fandom, si bien se parte de una concepción mucho más abierta sobre los límites
de la orientación sexual. Así, en estos dos sentidos algunos relatan cierta
reconstrucción de su experiencia sexual. Además, se entiende que los vínculos
afectivos o momentos concretos pueden tener un papel muy importante en la
génesis de deseo.
Parece sensato que, para definir ser
furry, el yiff no debe ser más importante que cualquier otro posible componente subjetivo, como
dibujar o la sensibilidad por los animales. Implicaría una exaltación de este
por encima de otros. La inconsistencia de fondo (que no muestran los
participantes mexicanos) sería otra: ¿por qué renegar del yiff como un
componente posible, ni necesario ni
suficiente, de entre otros tantos componentes subjetivos? A fin de cuentas,
ninguno de ellos parece objetivamente definitorio. Esta inconsistencia debe
representar un punto de fuerte conflicto: por ejemplo, el investigador preguntó
dos veces en el foro “Hay personas
interesadas en el yiff (en su sentido más amplio) y otras que no ¿qué de malo
tiene estudiar ambas partes…”?, pero
ningún participante respondió de forma directa, sí acaso un incremento de
hostilidad.
•
La
investigación sobre el furry fandom. Este repertorio interpretativo no se ha observado en los
participantes mexicanos, quienes se mostraban predispuestos para la
colaboración y muy receptivos a posibles relaciones entre el furry y la sexualidad.
Así, en una parte del fandom español se ha generado este repertorio, relativo a
la investigación sobre furry (también se ha observado este repertorio hacia
iniciativas organizadas por furries).
Las actitudes
hacia la investigación presentan una amplia variedad, construyendo una imagen
en discurso, i) positivas: el investigador está siendo profesional, educado y
tiene buenas intenciones. En algunos momentos es ofendido en uno de los foros y
hay hostilidad, pero es normal por experiencias previas. Merece la pena un
estudio sobre sexualidad en el fandom, por ejemplo sobre orientación sexual;
quizás se consigan desvelar incógnitas que también muchos furries tiene al
respecto. Y ii) negativas, además de lo contrario a las positivas: el furry
fandom es una fuente de ingresos para cualquier tipo de investigador,
exclusivamente a través del sensacionalismo y descrédito.
La investigación
del furry fandom generaliza el yiff asociándolo a parafilia y fursuiting, así
como al conjunto de la identidad furry. Se rechaza la metodología por
incorrecta/inválida. Éste no debe ser trabajo para un psicólogo; quizás
investigue sobre psicopatología, lo cual tampoco sería beneficioso para el
fandom. No se discierne entre investigación de ciencia y periodismo. La investigación
sobre furry no debe mezclarse con investigación sobre sexo, ya que investigar
yiff debería renunciar a investigar la identidad furry; a pesar de que en
personas concretas sí exista esta relación. Si el investigador no se subordina,
es sensacionalista y peligroso.
Quizás lo negativo pudiera resumirse en una intención lucrativa y de
generalización, atribuida a todo investigador, lo cual implica una imagen sobre
la ciencia; de hecho, según ha sido testigo el investigador, los conocimientos
que expresan sobre ciencia aplicada al furry fandom es difusa (en contenido y
disciplina), poco precisa y negativa. Por ejemplo, un furry interpreta que
preguntar abiertamente por yiff en un foro “es seguir insistiendo en que el
furry es yiff o que siempre tenga que tener una connotación sexual”, lo cual es
una atribución de intenciones que no reconoce
otros motivos.
4.
4. Análisis crítico del discurso
A algunos furries
no les atraen sexualmente fursonas, a otros sí: ¿es realmente algo que pueda
reprochar uno al otro? Lo mismo podría plantearse sobre zoofilia. En este
sentido, afrontando la difamación por parte de medios de comunicación,
¿debieran los miembros más normalizados reprender a los minoritarios, para
corresponder una imagen social condescendiente? En caso afirmativo, se estaría
reproduciendo la jerarquía de poder hegemónica.
En nuestra
cultura, casi todas las sexualidades se normalizan dotándolas de identidad
socialmente reconocida: los homosexuales
son gays/lesbianas, los mirones son voyeur y quien goza de sentirse
humillado puede ser esclavo; es
necesario para designar un otro.
¿Cómo llamar al usuario de yiff? El furry fandom parece no tener jerga para
ello, sino reducido a pornografía, práctica sexual y/o deseo. Se indagó la
jerga yiffer, pero parece no
corresponder ese significado y apenas es usada. Podríamos entenderlo en dos
sentidos muy distintos: o bien a una deconstrucción liberadora de la opresiva
categoría identitaria, o bien a un mecanismo de exclusión y negación, o bien
ambas en algún sentido. Probablemente ocurra lo primero, pero en España también
funciona discursivamente para separar yiff de la supuesta esencia furry, como acaso
objetividad de diccionario.
¿Cómo se ha
llegado a esta situación en España? “CSI:
Las Vegas” (2003) tornó a bastantes furries americanos recelosos a proteger
su imagen pública (Morga, 2008). Acontece un consiguiente paralelismo con
furries y prensa españoles.
Foto tomada de: http://raidonyunyu.blogspot.com.es/2012/06/furry-sacando-tu-lado-animal.html
Hemos realizado
anteriormente un análisis de contenidos
mediáticos, según el cual los medios de comunicación españoles convergen en
su visión excéntrica y sexual del furry fandom, pero esa imagen es incongruente
con los datos y análisis expuestos. Resulta sorprendente cómo, después de una
serie de televisión, diferentes medios de comunicación estatales (en distintos
formatos) se han limitado a confirmar un estereotipo televisivo, en lugar de
informarse realmente al respecto. Todo ello evidencia prácticas periodísticas
irresponsables en forma y contenido. Por ejemplo, en un periódico de prestigio
como El País, según denota Wiener
abiertamente en su primer artículo, después de una “heroica jornada intensiva”
volvió de la playa y tuvo tiempo ese mismo día para investigar y redactarlo
(Wiener, 2008a).
Llegados a este
punto, se produce un interesante efecto construccionista. En el Furry Fandom
español se reacciona discursivamente en oposición al sensacionalismo de los
significados construidos mediáticamente, atribuidos en parte a los investigadores. Éstos significados
eran desconocidos y sin interés inicial para el investigador, pero se le
atribuyen; además, aparecen como citas/discurso en la interacción
furry-investigador. El investigador centra contenidos de la investigación en
éstos, dado que parecen importantes para los participantes. Por tanto, el
investigador se sumerge en aquello que el Furry Fandom rechaza, a partir de
re-citaciones de los propios furries. Afortunadamente, esta investigación
comprende los contenidos de conocimiento como producciones durante la
interacción, un proceso; a diferencia de una investigación centrada sólo en
contenidos, como acaso esencias a descubrir, que podría re-confirmar y
re-producirlos.
Quizás el
problema de fondo sea re-citar aquello que se detesta, como acaso citas previas
a la interacción que en realidad se re-construyen con ésta, reproduciendo
cogniciones y estructuras sociales: la profecía
autocumplida. Es decir, para falsar una imagen incierta, mejor mostrar lo
que subvierte la imagen falsa, en lugar de negarla concienzudamente y
encasillar con esos falsos roles a cada actor social.
El montaje
audiovisual y escrito de los medios de comunicación funcionan generando la
impresión de un recurso prediscursivo, como un criterio de máximo rigor; pero
son descripciones producidas. Por un lado, pueden realizar una reconstrucción
que torna abyecto y frívolo algo con un potencial subversivo; pero también
pueden ser subversivos a favor de sus intereses, por ejemplo la transgresora y
exitosa campaña publicitaria de Orangina (2010) en Francia, que utiliza yiff
como sátira de otros productos cotidianos de marketing mediante humanos
animalizados y erotismo implícito.
“CSI: Las Vegas” (2005) resulta frívolo
con el furry fandom, pero también con los procesos de investigación. Es irónico
que furries puedan sentirse difamados por investigadores al mismo tiempo que no
cuestionan la difamación de esos mismos medios hacia los investigadores, hasta
el límite de confundir periodismo con ciencia; en todo caso no debe
sorprendernos que las víctimas de prejuicios también los tengan, sino el papel
que éstos tienen en la construcción y reproducción de la identidad. Lo que sí
debiera sorprendernos es que una serie de televisión consolide un punto de vista
que ha sido re-producido por medios de comunicación de forma irresponsable y,
muy importante, cuyas víctimas no han accedido a estos medios para producir
discurso público desde su propio punto de vista.
5. REFLEXIONES
FINALES
La observación
participante en foros requiere tomar decisiones durante la recogida de datos en
un espacio virtual y su análisis es laborioso; sin embargo, como metodología
cualitativa, permite una primera aproximación a la comprensión común y motivación de los participantes; a partir de
cuya inicial documentación enmarcar
un análisis de contenidos de los
datos brutos, repertorios interpretativos
y, finalmente, una labor reflexiva contextualizada opuesta a la dominación, un análisis crítico del discurso.
Una vez comprendida la identidad furry,
confirmamos que su jerga (tales como fursona,
fursuit, yiff y ser furry) construye prácticas de género alternativas a la
hegemónica: se pone en cuestión la virtualidad de la autoimagen corpórea,
monopolizada desde la opresión de género en hombre
o mujer, a pesar de ser ambas también virtuales en el sentido de
construcciones sociales. Además, es una identidad abierta, desde cuya
diversidad niegan explícitamente la posibilidad de zanjarla.
En coherencia con
el feminismo cyborg (Haraway, 1995),
hábiles en la ambigüedad cibernética persona-animal-máquina, el furry fandom
enmarca cuestiones feministas como el papel de la ciencia, ideología sobre la naturaleza humana y la necesidad de coalición de identidades. Por ejemplo,
lo lógica política y mediática de fondo preserva una concepción de
representatividad del fandom a partir del sujeto
furry; sin embargo esa enfoque genera violencia y exclusión, dentro y fuera
del grupo. Resulta imprescindible renunciar a la normalización identitaria que
define al sujeto legítimo representado, sino acción directamente mediante una
coalición de multiplicidades. En congruencia con este artículo, a la práctica
científica le corresponde aclarar en oposición a la dominación cibernética (que
opera también a través de los medios de comunicación), de lo contrario se
constituiría una tecnología al servicio de esta dominación.
Concluidos los
objetivos, comparemos esta investigación con las citadas. Como semejanzas, en
los participantes hispanohablantes también abundan los fursonas de caninos y
felinos, presencia en Furaffinity.net y aficiones en torno al arte gráfico y
comunidades virtuales; tampoco suele resultar importante el sexo a nivel
persona como furry, pero sí se
percibe importante en bastantes otros furries, desproporcionado en todo caso
para con la imagen pública, que vierten los medios. Como diferencias, estos
participantes apenas hacen referencia a literatura furry y la comunidad no
tiene tanta “fuerza”. Comparando los
participantes españoles y mexicanos, los datos sugieren que la población furry
española está más sumergida en conflictos internos, se muestra muy crítica ante
la posibilidad de organizarse y una parte de su discurso se posiciona en contra
de investigar sobre su sexualidad; si
bien ambos grupos mantienen frecuentes interacciones a través de Internet,
favorecido por una lengua común y pequeñas comunidades en el ciberespacio.
La futura
investigación cualitativa podría reproducir este estudio en otros foros, con
otros idiomas y/o en otros contextos culturales; definir mejor la jerga;
profundizar en cada repertorio interpretativo; también podría repetirse pasados
5-10 años para comprobar los cambios discursivos longitudinalmente; incluso
podrían probarse otras metodologías, como la etnometodología y la investigación-acción.
Desde la investigación cuantitativa, hemos profundizado en variables y
categorías que estaban siendo cuantificadas como conocimiento común, pero resultaban incomprensibles para lectores
ajenos a la jerga: podría investigarse cuantitativamente sobre el uso de
categorías, reproducir ítems de otras investigaciones y sus consiguientes
análisis estadísticos. Finalmente, se recomienda a futuros investigadores que
cuenten con furries entre sus miembros o colaboradores, facilitando con ello
desenvolverse en la subcultura.
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ALTMAN, Eric S. (2010). Posthum/an/ous: Identity, imagination, and the internet. (Proyecto
fin de Máster en Arte, Universidad de Appalachian)
BUTLER, Judith
(2007). El género en disputa. El
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Muy interesante este material, sin duda un precedente sobre esta cultura y un referente de futuras generaciones a quienes les interesa conocer mas a fondo el comportamiento humano hacia esta tendencia social.
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