Observo sorprendido cómo suele adscribirse a lingüistas (o a
la lingüística) lo que la propia disciplina no consideraría de sí misma.
Muy especialmente si abrimos el debate en referencia a jerga, movimientos sociales, dialectos e identidades; o bien filosofía del lenguaje, interaccionismo simbólico o postestructuralismo.
Tan importante es saber qué es un diccionario como saber qué no: las palabras están cargadas de poder y reclamarse único dueño de estas tan sólo discurriría hacia un reduccionismo.
"... necesita referirse aquí la Academia a las frecuentes demandas que recibe para eliminar del Diccionario ciertas palabras o acepciones que, en el sentir de algunos, o reflejan realidades sociales que se consideran superadas, o resultan hirientes para determinadas sensibilidades... pero no siempre puede atender a algunas propuestas de supresión, pues los sentidos implicados han estado hasta hace poco o siguen estando perfectamente vigentes en la comunidad social. Del mismo modo que la lengua sirve a muchos propósitos, incluidos algunos encaminados a la descalificación del prójimo o de sus conductas, refleja creencias y percepciones que han estado y en alguna medida siguen estando presentes en la colectividad. Naturalmente, al plasmarlas en un diccionario el lexicógrafo está haciendo un ejercicio de veracidad, está reflejando usos lingüísticos efectivos, pero ni está incitando a nadie a ninguna descalificación ni presta su aquiescencia a las creencias o percepciones correspondientes. Se diría que existe la ingenua pretensión de que el diccionario pueda utilizarse para alterar la realidad. Mas lo cierto es que la realidad cambia o deja de hacerlo en función de sus propios condicionamientos y de su interna dinámica; cuando cambia, se va modificando también, a su propio ritmo, la lengua que es reflejo de ella; y es finalmente el diccionario —en la culminación del proceso, no como su desencadenante— el que en su debido momento ha de reflejar tales cambios".
En este sentido, según sus Estatutos y reglamento (2014), recuérdese que
"mantener al día el diccionario común de consulta general" (p. 36) es
tan sólo (ni más, ni menos) una de las actividades que RAE lleva a cabo
"para el cumplimiento de sus fines" (p.35):
"tiene como misión principal velar porque los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico" (p. 9).
"tiene por misión principal velar por la unidad de la lengua española" (p. 35)
"4. tr. Observar atentamente algo".
"7. intr. Cuidar solícitamente de algo".
Por ejemplo, ayer me crucé con obsequiar, cuyo segundo y último significado es “Enamorar,
requebrar a una mujer, galantear” (2016, DRAE): obviaré comentarios.
Rehilando lo expuesto, el diccionario (DRAE) sencillamente es un instrumento importante a la hora de observar o cuidar que los cambios de la lengua, coherentes con necesidades lingüísticas en sus hablantes, mantengan la unidad inherente a una lengua; lo cual empieza reconociendo cada una de sus diversas manifestaciones.
Rehilando lo expuesto, el diccionario (DRAE) sencillamente es un instrumento importante a la hora de observar o cuidar que los cambios de la lengua, coherentes con necesidades lingüísticas en sus hablantes, mantengan la unidad inherente a una lengua; lo cual empieza reconociendo cada una de sus diversas manifestaciones.
De hecho, segundo ejemplo, todo ello se hace especialmente
claro en torno al leísmo: la web del Diccionario panhispánico de dudas aclara sobre
gramática en torno a "la norma culta del español estándar", pero
"admite" algunas formas de leísmo (reconociendo la extensión de su
uso y referentes literarios e históricos). El resto de leísmo "se
desaconseja en el habla culta". De hecho, comenta su surgimiento en
Castilla durante la Edad Media, no suficiente extendido como para calar en
Andalucía ni, por ende, Canarias o Hipanoamérica. Lejos de concluirlo, ilustra
la complejidad del tema en torno a tipos de verbos y la influencia de otras
lenguas (inglés, quechua, aimara, guaraní y vasco); en distintos
países.
Así, un diccionario no niega el uso válido y legítimo de otros significados lingüísticos emergentes; es decir, registrar nuevos términos o significados es más una consecuencia del cambio social que el cambio social en sí mismo. No se recogen las actuales y emergentes manifestaciones lingüísticas, diversas en torno a identidades, géneros o prácticas sociales; tampoco relativas a recientes posicionamientos político-ideológicos. Si bien, muy importante, tampoco niega su uso lingüístico legítimo y, congruentemente, válido. Sencillamente, se requiere tiempo y criterio para diferenciarlo de usos lingüísticos particulares o modas, los cuales no precisan ser incluidos como uso normativo de la lengua.
Así, un diccionario no niega el uso válido y legítimo de otros significados lingüísticos emergentes; es decir, registrar nuevos términos o significados es más una consecuencia del cambio social que el cambio social en sí mismo. No se recogen las actuales y emergentes manifestaciones lingüísticas, diversas en torno a identidades, géneros o prácticas sociales; tampoco relativas a recientes posicionamientos político-ideológicos. Si bien, muy importante, tampoco niega su uso lingüístico legítimo y, congruentemente, válido. Sencillamente, se requiere tiempo y criterio para diferenciarlo de usos lingüísticos particulares o modas, los cuales no precisan ser incluidos como uso normativo de la lengua.
Si una comunidad o colectivo asume jerga como discurso
propio, un diccionario ni connota ni intenta negar esos usos lingüísticos
legítimos, con frecuencia frutos de nuevas necesidades lingüísticas.
Véase, por ejemplo, el siguiente listado de identidades degénero, las cuales deben tener distinto grado de normalización lingüística, en
relación a cada respectiva evolución socio-histórica.
Referencias
RAE (4/07/2016). DRAE (Diccionario de la RAE).RAE (4/07/2016). Diccionario panhispánico de dudas.